martes, 3 de mayo de 2011

Tener que aparentar estados de animo, solo por tus amigos.

Cuando estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando no tienes nada que perder, cuando... cada instante es un peso enorme, insostenible. Y resoplas todo el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De la más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana este pensamiento... Ya no está. Y entonces, simplemente querrías no estar tampoco tú. Desaparecer. Paf. Sin demasiados problemas, sin molestar. Sin que nadie tenga que decir : <<Oh, ¿te has enterado? Sí, precisamente él... No sabes cómo ha sido...>> Sí, este tipo contará tu final, lleno de quién sabe cuáles y cuántos detalles, se inventará algo absurdo, como si te conociera de siempre, como si sólo él hubiera sabido realmente cuáles eran tus problemas. Es extraño... Si quizás ni siquiera has tenido tiempo para entenderlos tú. Y ya no podrás hacer nada contra ese gigantesco boca-oreja. Qué palo. Tu memoria será víctima de un imbécil cualquiera & tú no podrás hacer nada por remediarlo. Sí, ese día hubieras querido encontrar a uno de esos magos: colocan un pañuelo sobre una paloma recién aparecida y, paf, de repente ya no está. Ya no está y basta. Y tú sales satisfecho del espectáculo.Quizá haya visto bailarinas un pooco máa gordas de lo debido, hayas estado sentado en una de esas sillas antiguas, algo rígidas, en una sala ubicada en el mejor de los casos en un sótano cualquiera. Sí, también olía a moho y a humedad. Pero una cosa es cierta: no te preguntarás nunca adónde ha ido a parar la paloma. En cambio, nosotros no podemos desaparecer tan fácilmente. Ha pasado el tiempo. Dos años... y acordándome de cuánto me hubiera gustado ser esa paloma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario